Brecha Digital de Género, Generacional y de Clase.
- Soledad Castillo
- 4 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 6 ago 2020
Ante todo quiero agradecer el compromiso de mi amigo personal, Patricio Bulla, colega escritor que lleva adelante la grandiosa tarea de detectar aquellos detalles a corregir, pequeñas fugas de tildes y palabras que en el entusiasmo por escribir y darle curso a las ideas que van surgiendo suelo omitir torpemente.
Luego de escribir el posteo sobre ciberviolencia, me quedé pensando sobre algo que considero una violencia social invisibilizada, que atraviesa por lo menos tres dimensiones: en primer término de género, de clase y otra de tipo generacional. Pueden coexistir las tres juntas o no…pero profundicemos un poco más en la cuestión…
La masividad e “invasión” de los dispositivos tecnológicos en innumerables ámbitos de lo cotidiano nos lleva a presumir un acceso a la virtualidad y la tecnología como universal. Presunción no sólo desacertada, sino también alejada de la realidad. Sí, millones y millones de personas gozan del privilegio de contar con conocimientos y habilidades para navegar en la red, y tienen con qué hacerlo (una computadora, un teléfono inteligente o smartphone, acceso a red wifi, etc); pero existen otros tantos millones que ni siquiera acceden a derechos fundamentales como el alimento y la vivienda, bajo estas circunstancias, hablar de virtualidad es inimaginable.
Se conoce cómo Brecha Digital a la desigualdad en el acceso y posibilidades de uso de la tecnología de la información y la comunicación.

La Brecha Digital de Género, hace referencia al acceso desigual tanto a la participación de la mujer y las identidades de género de la diversidad en entornos virtuales, como en la posibilidad de reconocimiento en la creación de contenidos, del acceso laboral en la industria de la programación, la ingeniería informática, etc. Además, esta dimensión de la brecha se configura a partir de la limitada posibilidad de circulación en la web y aplicaciones en tanto que estas muchas veces constituyen un ámbito en el cual los derechos de las mujeres e identidades disidentes son permanentemente vulnerados, a partir de la difusión de información y contenido íntimo no consentida, la emisión de mensajes discriminatorios y discursos odiantes sobre sus cuerpxs, sus identidades; se lxs censura, replicando micromachismos que sostienen estereotipos de género productores de desigualdades, o en otros casos cosificando los cuerpos femeneizados a través de la implícita exigencia de exposición sexualizada para acercarse a un ideal impuesto desde el paradigma patriarcal y capitalista.

Por otra parte, cuando hablo de Brecha Digital de Clase, hago referencia al acceso desigual a la tecnología y el universo digital, por razones de inequidad de recursos económicos. Muchas veces damos por hecho que todxs en este mundo contamos con los recursos para adquirir artefactos electrónicos, aquellos a los que solemos denominar Tecnologías de la Información y la Comunicación, pero la realidad es mucho más cruda que eso. Aún, un enorme número de personas se encuentra por fuera de toda posible conectividad, lo que va acompañado de un analfabetismo digital que disminuye o anula oportunidades educativas, laborales, etc., retroalimentando el círculo de la exclusión clasista.

Por último, la Brecha Digital Generacional, está dada por las dificultades que representa para las generaciones previas a aquellxs que denominamos Nativxs Digitales (Baby boomers, Generación X y Millenials), para incorporarse a la esfera de la virtualidad. Aquí, el analfabetismo digital viene de la mano de haber crecido y envejecido en un mundo donde la tecnología no se había desarrollado con los parámetros y velocidades que conocemos hoy. Esto se hace más notorio cuanto mayor es la persona.
Haciendo foco en este último punto, recuerdo entre mis lecturas, un relato en el cual un nieto veía como su abuelo se arreglaba y se perfumaba para ir al banco a cobrar su jubilación y pagar algunas cuentas. El jovencito con total naturalidad lo interpela y le dice: -¡Abuelo! ¿Para qué vas hasta el banco si hoy podes hacer todo lo que necesitas por “HomeBanking”?- El relato continuaba, haciendo un llamado a la emotividad, acerca del contacto humano y otras yerbas. El punto, es que aquella historia me llevó a pensar en cómo se debe sentir llegar a un lugar y tener que relacionarte con una máquina que no sabes cómo utilizar, pongamos como ejemplo un cajero electrónico; la frustración que representa para muchxs no poder sortear por si mismxs los retos que las nuevas tecnologías les plantean.
Sin ir más lejos, en tiempos de cuarentena, donde para circular en la “legalidad” es necesario tramitar un permiso a través de una página web o mediante una aplicación, para las cuales es necesario disponer mínimamente de un dispositivo móvil con acceso a Internet (ya sea a través de datos móviles, o a través de señal de wifi), saber utilizarla, y contar con las habilidades y conocimientos para completar el formulario online y luego descargarlo. Todo esto, que para muchxs de nosotrxs es totalmente natural, para otrxs representa la delgada línea que separa el estar dentro o estar por fuera del sistema imperante.
Y como para ir cerrando el primer posteo de agosto 2020, lxs invito a pensar, a ponerse en los zapatos o en la piel de aquellxs que quedan atrapadxs en el vacío que promueve la brecha digital y reconocerla como violencia social, en tanto se niega un derecho ( ya que aún hoy en día el acceso a la virtualidad constituye un privilegio de clase), y si ponemos en relación las tres dimensiones de la brecha, imagínense lo que significa ser mujer, pobre y vieja, en un solo cuerpo, en una sola vida; el peso o el estigma de la exclusión digital, en una sociedad como la que transitamos, la sociedad de la información.
En fin, sigamos trabajando y promoviendo una Ciudadanía Digital Responsable y la alfabetización digital comunitaria para que el acceso a la tecnología y la conectividad sean un horizonte posible.
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